"Un viejo y sabio búho se sentó en un roble; cuanto más veía menos hablaba; cuanto menos hablaba, más escuchaba; ¿por qué no somos nosotros, como esa vieja y sabia ave?" Edward H. Richards.
El èxito de nuestra vida espiritual no está basada en cuánto decimos, sino en cuanto escuchamos. La razón de esto es en cómo nos relacionamos con las personas y a las personas les gusta ser escuchadas. Pensemos un momento en las personas con las que nos gusta pasar tiempo, seguramente nos gusta pasar tiempo con estas personas, porque es fácil hablar con ellas, nos hacen sentir bien, son buenas escuchando, etc. Por todas estas razones y muchas más, es absolutamente esencial que aprendamos a ser buenos oyentes.
¿Qué hace que podamos ser buenos oyentes?
Escuchar más de lo que hablamos. Dios nos dio dos oídos y una boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos.
Hacer sentir importantes a los demàs. La afirmación es el proceso de hacer saber a los demás, que lo que tienen que decir es importante. Con frecuencia me encuentro a mí mismo, dejando de escuchar a las personas cuando me están hablando, porque estoy pensando en qué voy a responder una vez que terminen de hablar y en verdad finalmente no llego a captar lo que dicen. Cuando mis pensamientos se encuentran más en lo que voy decir cuando terminen, que en escuchar lo que están diciendo, no estoy siendo un buen oyente.
De todas las disciplinas de un buen discìpulo, considero que ser un buen oyente está entre las primeras de la lista. Inspira confianza y permite que las personas a quienes estamos liderando se conecten con nosotros.
Un buen principio de Jesùs es que el hacìa antes de hablar. El mismo pasò 30 años de su vida escuchando al Padre y sòlo 3 predicando. Nuestro gran problema es que hablamos mucho a veces y hacemos poco.
Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Te invito este dìa a oìr la voz de Dios en tu corazòn. Que Dios te bendiga este fin de semana.
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